viernes, 26 de junio de 2015

LITERATURA PERUANA BOLIVIANA

En la Feria del libro de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil presentó los libros BURBUJEANDO y RELATOS SIN TIEMPO.
Burbujeando reúne poesía para niños de autores bolivianos y peruanos, compilación a cargo de la escritora Rosalba Guzmán Soriano (Bolivia) y Roberto Rosario Vidal (Perú). Relatos sin tiempo es una muestra representativa de tradiciones orales de ambos países, cuya selección ha estado a cargo de las escritoras Gaby Vallejo (Bolivia) y Carlota Flores (Perú).



martes, 4 de junio de 2013

LOS AMORES PROHIBIDOS EN "SEÑAL DE LA CRUZ" DE ROBERTO ROSARIO


Por: Alejandro Mautino Guillén

Octavio Paz, refiriéndose sobre el amor en su libro La llama doble. Amor y erotismo (1993), señala que “[e]l amor no nos preserva de los riesgos y desgracias de la existencia. Ningún amor, sin excluir a los más apacibles y felices, escapa a los desastres y desventuras del tiempo. El amor, cualquier amor, está hecho de tiempo y ningún amante puede evitar la gran calamidad: la persona amada está sujeta a las afrentas de la edad, la enfermedad y la muerte” (p. 211). Esta referencia, quizás, pueda servirnos para introducirnos en uno de los ejes temáticos y estructurales de la novela Señal de la cruz de Roberto Rosario (Lima, 1948), pues, en aquella, se modulan los conceptos más latos de amor, tiempo, desgracia y muerte.

Las historias sobre sacerdotes y curas no son de reciente factura, se pueden ubicar desde las crónicas de conquista y, con anterioridad, desde la época de las cruzadas con mayor énfasis. En la literatura peruana es importante citar a El padre Horán de Narciso Aréstegui, considerada como una de las primeras novelas peruanas publicada en la primera mitad del siglo XIX. En la novela de Roberto Rosario, el personaje que abre la novela es el padre pío Vincent quien llega a Sybis: una pequeña aldea que ha sido mitificada en la obra, pues también se describe su desarrollo, su extinción y su resurrección tras el terremoto. Al inicio de la novela, Señal de la cruz, se advierten unos epígrafes que funcionan como metatextos de la obra. Ambos epígrafes se refieren a la categoría subjetivada del amor como metáfora de la transformación del cuerpo (pienso en la fiebre pasional desatada entre Vincent y Marcela, en Gabriel y las dos hermanas: Gudelia y Rosa Amelia, entre Luis Alberto y su prima Gabriela). Particularmente, esta es una novela donde el amor es doble; por un lado, es la “suprema ventura” (los personajes aman, confían en el otro y se entregan) y; por otro, la "desdicha suprema” (los personajes fracasan, se aíslan y mueren). En la primera idea del amor, los personajes se entregan a un ideal romántico, a la aventura, a la heroicidad. Mientras que en la segunda idea del amor esta está relacionada con el pecado de la carne del padre Vincent y Marcela que, a su vez, traen como corolarios el desencadenamiento de tragedias en el pueblo y la prolongación del pecado en los descendientes de estos amantes.

Si quisiéramos acercarnos a una tipología de los personajes masculinos: Vincent, Abel Danós, Gabriel, Luis Villalba hijo y Luis Alberto; muchos de estos optan por un camino de aventuras, prefieren la transformación de la vida individual sobre los lazos de la tierra, familiares o de la vida colectiva. Vincent continúa su peregrinación por otros pueblos luego embarazar a Marcela; Abel Danós abandona a su familia y retorna cuando cesa las aventuras y el trabajo; Gabriel se aventura a una vida escabrosa y difícil en la costa; Luis Villalba hijo tras la muerte de su madre y hermana decide salir de Sybis en busca de garantizarse un futuro menos desgraciado; Luis Alberto escapa de los senos de su madre y de un paraje lejano hacia la costa. En tanto, en la novela prepondera más una descripción de la naturaleza femenina de las personajes, ya desde el inicio se advierte la sensualidad de Marcela: “desconocía la fuerza devastadora que emanaba su ser. Ni bien había dejado las muñecas ya empezaba a ocuparse con coquetería de su arreglo personal. Sabía que despertaba entusiasmo entre los jóvenes de su edad, pero no imaginaba que pudiera encender brasas en el corazón del sacerdote” (p. 15), otras personajes importantes también son las hijas de Marcela: Gudelia, Rosa Amelia y Magda; son quizás las mujeres las figuras importantes donde la narración cobra mayor énfasis. Hay una especie de matriarcado en la novela, pues es Marcela figura importante quien cuida a sus hijos en la casa de sus padres y desde donde se producen las historias, posteriormente es desde la descripción de las vidas de las hijas, especialmente de Gudelia (una profesora de zona rural) y Rosa Amelia (una enfermera en la capital) que dinamizan los relatos de los personajes masculinos. Esto obedece a que en la trama de la novela, la estructura familiar se haya resquebrajada por la ausencia del padre o por la violencia de estos sobre aquella o, en última instancia, por la violencia política.

Por otro lado, esta novela, Señal de la cruz, se adhiere perfectamente a la denominada narrativa andina pues refiere “la tensión simbólica de nuestra cultura (migración, reformas agrarias, violencia política), la adaptación de la expresión indígena (el castellano andino); la utilización de técnicas de la novela urbana de vanguardia; su posición entre el indigenismo y la nueva novela; y el enfrentamiento de la tradición con la modernidad (lo andino y lo occidental), además de la síntesis de dicha dicotomía” (Pérez, 2011: 41). Todos estos rasgos son fáciles de detectar en la novela de Roberto Rosario. Señal de la cruz, localiza, con acierto, el paso del tiempo y el manejo de los espacios, no nos dice las décadas de los acontecimientos sino que el lector los intuye con pistas que va dejando el narrador omnisciente en la obra, es así que el cronotopo de la novela subraya particularmente las diversas transformaciones sociales en el siglo XX.

Otro elemento clave que articula el sistema de representación y configuración de los personajes secundarios, especialmente los subalternos, es precisamente una racionalidad andina no diferente al pensamiento mítico que se desprende de El pensamiento salvaje (1975) de Lévi-Strauss, que identifica un pensamiento que se estructura en base a la aprehensión de símbolos para explicar diversos fenómenos. Incluso frente a la modernidad, esta no se invisibiliza en los personajes, sino los hace conscientes de una realidad virtual tan válida como la real. En Señal de la cruz, por ello, es importante detenerse en la Nina mula y su paso por Sybis, en Juan oso y su aparición en la cocina de Gudelia, o en las apariciones fantasmagóricas en Sayán o en la forma de entender el universo en una aldea donde moran los personajes de épocas pasadas. Es fundamental, por eso, entender esta perspectiva relacionándola con la figura de la religión en la obra, y cómo el reverendo y "extranjero" pío Vincet se inserta en la sociedad de Sybis. En la novela, los personajes subalternos son fieles al catolicismo, asimismo creen en sus deidades andinas (entiéndase a las referencias a los cerros, al puma, al cóndor, al oso andino, a las aves, etc., y; al mismo tiempo, a las figuras de la iglesia, la virgen y los santos).

Por lo que queda decir, el pecado de Vincent y Marcela los arroja al tiempo continuo: al cambio, al accidente, a la soledad y a la muerte. Señal de la cruz, es una novela donde pueden detectarse con facilidad los acabados en el plano estructural; sin embargo, creemos que el final pudiendo ser violento y complejo, prioriza una ruptura que revela la influencia de la novela romántica en tanto referencia a los problemas socioculturales, su resolución utópica por el problema del país y por mezclarse como un angustioso telón de fondo el melodrama en relación al amor prohibido socialmente y del amor entre los miembros de una familia que se desconocen a consecuencia de la dispersión. Entonces, la señal de la cruz más que una bendición vio ser una maldición que trajo desgracias a los cuerpos: al cuerpo social familiar de los Villalba, al cuerpo virginal de Marcela y a las hijas de ésta y, en definitiva, al pueblo de Sybis. La novela es una narración que nos recuerda a las novelas románticas, donde un grupo lucha por un ideal, por una utopía; mientras otro resiste al sistema. Una de las claves para esta afirmación es precisamente el sistema comunicativo que se usa en la novela, me refiero a las cartas, así también al viaje del héroe provinciano hacia la capital, así también de los "otros" que se resisten a salir, que se enraízan y buscan su origen, su lazo atemporal. Una cita de Gudelia, en su carta a su hijo, casi al final de la novela puede ser ilustrativa: “He retornado al pasado en busca del tiempo perdido, estoy en el inicio de la nada. En Sybis, el sol descansa y la naturaleza somnolienta aletarga la vida” (p. 184).

Publicado Yesterday por Dirige: Alejandro Mautino Guillén


lunes, 9 de febrero de 2009

ACCIDENTE DE CASAPALCA Y NOVELA VOLCAN DE VIENTO


Un lamentable accidente en la mina Casapalca ubicada a escasos cien kilómetros de Lima, ha llenado de angustia y dolor no sólo a los familiares de los cinco mineros que todavía siguen sepultados en los socavones de la mina, sino a toda la población del distrito de San Mateo donde desarrollan labores diversas empresas mineras.


La minería es y ha sido siempre una labor de riesgo en la que constantemente se encuentran en peligo los trabajadores. Es por ello que la autoridad de trabajo y el ministerio de energía y minas, en éstas últimas décadas son más exigentes respecto al cumplimiento de las obligaciones laborales y de seguridad.


Precisamente sobre un accidente fatal en una mina del norte del Perú, trata la novela VOLCAN DE VIENTO del escritor Roberto Rosario Vidal, quien tuvo larga experiencia de trabajo en minas del norte y centro del país. El lugar del accidente, el pique, labor vertical, tiene mucha similitud con el ocurrido en Casapalca, motivo por el que cobra singular importancia su lectura.


VOLCAN DE VIENTO ha sido considerada como la novela que mejor describe la realidad actual de la minería en el Perú, dado que las formas de explotación de los minerales en nuestros tiempos difiere enormemente de la tradicional forma de explotación del pasado. Este libro además de mostrar la problemática de la minería del Perú contemporáneo, el mundo social en el que se desenvuelve el minero, la mecánica administrativa, los conflictos laborales, los logros y limitaciones, es una obra de excelente calidad literaria.


Recordar que la minería aporta las principales divisas que ingresan al país, sin embargo es un sector prácticamente desconocido por los peruanos. Aspiramos que el reciente accidente en la mina Casapalca, sensibilice a la población y se cree conciencia sobre ese sector de peruanos que en condiciones muy duras y de constante riesgo contribuye al desarrollo de la economía del país.


La novela VOLCAN DE VIENTO de Roberto Rosario Vidal, es un libro que todos los peruanos deben leer

jueves, 17 de abril de 2008

Entrevista en Perú 21 sobre la novela Volcán de viento

jchueca@peru21.com

Roberto Rosario Vidal: Quiero rescatar la minería para la literatura peruana

Sobre minería se habla de riqueza, de contaminación, de sindicatos. Roberto Rosario Vidal trabaja en empresas mineras hace más de 15 años y es autor de Lámpara de minero, libro que reúne cuentos y leyendas sobre minas y mineros y, ahora, publica Volcán de viento, sobre el trabajo en ellas."A los cuatro años, mis padres me llevaron a vivir al Callejón de Huaylas. Esa vivencia me motivó para escribir el libro llamado Raspadilla de limón, sobre un niño de la costa que descubre la cordillera, los animales, las plantas, la alegría del Callejón de Huaylas. Durante mucho tiempo estuve vinculado con la literatura infantil (Roberto Rosario Vidal fue fundador y primer presidente de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil APLIJ). Otros libros que publiqué fueron Trotamundos y El tesoro de Kitakaiteri, luego publiqué Los sudacas, cuentos basados en una experiencia en Europa, en los 80", cuenta Roberto Rosario Vidal.

Por el título, parece que fue una experiencia no muy afortunada.
Yo conocí y compartí con varios peruanos y latinoamericanos. Esa experiencia me llevó a escribir ese libro, que es casi una grabación de la realidad. El año pasado publiqué Lámpara de minero, un compendio de poemas, cuentos y leyendas de Chanchamayo. Son cuentos recopilados en la riquísima interacción con los mineros y sus familia.
¿Cómo empezó a recopilarlos?
Cuando comencé a trabajar en minas, publicaba una revista y, en la última página, siempre poníamos un cuento o una leyenda. Lo curioso es que cuando iba a las escuelas de San Ramón y La Merced, encontré que los alumnos usaban la revista de la mina como texto literario. Así que los reuní. Este libro es una obra colectiva, los relatos de sus propios padres, la cultura regional que sólo me tocó la tarea de compendiar y devolverles en forma de libro.
Cuénteme algunas.
En la mina hay un personaje, el muki -o muqui-. Se dice que es el guardián de las minas. Los mineros, para extraer el mineral, tienen que pagarle. En algunos casos lo hacen con hojas de coca y con licor de caña -que le ponen al taladro-. Otras veces, el duende es más exigente y reclama formas de pago mayores, por ejemplo: tres vidas al año. Esto es verídico. En cierta mina cuando ocurría un accidente fatal, la gente se resignaba porque pensaba que la mina se estaba cobrando. Al segundo accidente, también. Claro que sufrían, se apenaban, pero consideraban que era justo el pago que se tenía que hacer por el mineral que el cerro entregaba. Pero cuando ocurría el tercer accidente, como que lo celebran porque la gente podía trabajar tranquila. Estaban a la par con el cerro y con su guardián El Muki.
Vaya.
Hay historias de mineros a los que se les apaga la lámpara. Cuando eso sucede, uno debe quedarse quieto y esperar a que alguien pase para irse con él. Si uno camina sin ver, se expone a caerse en piques muy profundos y morir. Pero el mayor miedo es a encontrarse con el muki, que puede estar enojado -y pide cuentas- o juguetón -les bota el casco, les jala el pantalón-. Pero, a veces, les dice dónde hallar el mineral. Es cuestión de suerte.

Hay historias divertidas también.
Hay una llamada Ojo de pato. Un minero que le decía al ingeniero "yo soy muy hogareño, jefe. A donde voy me gusta estar siempre con mi familia; cuando fui a trabajar a una mina en Puno, la María me quería un montón. Después de tres años, tenía dos hijitos lindos. Pero me llevaron a otra mina en Cerro de Pasco. Ahí, la Carmen me adoraba. Es que yo soy muy querendón, ingeniero. Muy hogareño. En San Vicente, Anita era mi adoración; ella y mis tres hijos. Luego me mandaron a La Libertad, qué buena Alejandrina y que bien educó a nuestras dos hijas". "¿A eso llama usted ser hogareño? -le dice el ingeniero-. Mire, porque están sus hijos le digo nomás que es usted es un ojo de pato". ¿Un qué? "Un hijo de p...".
La minería es una actividad polémica. Hoy es poco común aproximarse a ella desde la literatura.
Indudablemente. Hace 20 o 30 años, las minas contaminaban mucho el medio ambiente, dejaban relaves, ensuciaban los ríos. Pero en los últimos 10 años se han establecido leyes que exigen a las empresas formales proteger el medio y asumir el pasivo del pasado, lo que se llama remediación medioambiental. La minería se ha humanizado. Pero riesgosa siempre va a ser, sobre todo en la minería subterránea.
De eso habla su novela, Volcán de viento, de un accidente.
Soy un convencido de que la minería es la industria que más ingresos aporta al país, pero la mayoría de peruanos no está enterada de qué ocurre en las minas. Piensan que las minas son como la describieron cincuenta setenta años atrás César Vallejo en Tungsteno, Julián Huanay en Retoño o Manuel Scorza, hace 30 años, José María Arguedas. La realidad minera es otra, hay que vivirla para contarla. Es todavía un tema vedado en la literatura peruana. No quiero decir con esto que son el edén. La minería es y será siempre una industria de riesgo. No me atrevo en este reportaje explicar cómo es, algo de la realidad minera contemporánea se expone en VOLCAN DE VIENTO. Tampoco podemos negar la existencia de minas informales en donde los mineros se arriesgan a explotar la mina por su propia cuenta y donde se exponen a terribles riesgos y se contamina el ambiente en escalas impredecibles. Aquí el Estado es ausente e incapaz.
¿Qué pretende con Volcán de viento?
Es la fotografía del proceso social que se desarrolla en las minas en estos tiempos. Enfocamos el trabajo del empresario, de los profesionales, de los empleados y obreros de las minas, con sus fortalezas y debilidades, con sus sueños e ideales. Hay aspectos en los que el personaje del trabajador reclama más diálogo, y otros en los que el profesional reconoce que aún no estamos bien encaminados. Es una posición centrada con la que quiero desarrollar conciencia literaria sobre este sector.
La narrativa minera en el Perú todavía es incipiente. Hay un mundo por descubrir y dar a conocer.