jueves, 17 de abril de 2008

Entrevista en Perú 21 sobre la novela Volcán de viento

jchueca@peru21.com

Roberto Rosario Vidal: Quiero rescatar la minería para la literatura peruana

Sobre minería se habla de riqueza, de contaminación, de sindicatos. Roberto Rosario Vidal trabaja en empresas mineras hace más de 15 años y es autor de Lámpara de minero, libro que reúne cuentos y leyendas sobre minas y mineros y, ahora, publica Volcán de viento, sobre el trabajo en ellas."A los cuatro años, mis padres me llevaron a vivir al Callejón de Huaylas. Esa vivencia me motivó para escribir el libro llamado Raspadilla de limón, sobre un niño de la costa que descubre la cordillera, los animales, las plantas, la alegría del Callejón de Huaylas. Durante mucho tiempo estuve vinculado con la literatura infantil (Roberto Rosario Vidal fue fundador y primer presidente de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil APLIJ). Otros libros que publiqué fueron Trotamundos y El tesoro de Kitakaiteri, luego publiqué Los sudacas, cuentos basados en una experiencia en Europa, en los 80", cuenta Roberto Rosario Vidal.

Por el título, parece que fue una experiencia no muy afortunada.
Yo conocí y compartí con varios peruanos y latinoamericanos. Esa experiencia me llevó a escribir ese libro, que es casi una grabación de la realidad. El año pasado publiqué Lámpara de minero, un compendio de poemas, cuentos y leyendas de Chanchamayo. Son cuentos recopilados en la riquísima interacción con los mineros y sus familia.
¿Cómo empezó a recopilarlos?
Cuando comencé a trabajar en minas, publicaba una revista y, en la última página, siempre poníamos un cuento o una leyenda. Lo curioso es que cuando iba a las escuelas de San Ramón y La Merced, encontré que los alumnos usaban la revista de la mina como texto literario. Así que los reuní. Este libro es una obra colectiva, los relatos de sus propios padres, la cultura regional que sólo me tocó la tarea de compendiar y devolverles en forma de libro.
Cuénteme algunas.
En la mina hay un personaje, el muki -o muqui-. Se dice que es el guardián de las minas. Los mineros, para extraer el mineral, tienen que pagarle. En algunos casos lo hacen con hojas de coca y con licor de caña -que le ponen al taladro-. Otras veces, el duende es más exigente y reclama formas de pago mayores, por ejemplo: tres vidas al año. Esto es verídico. En cierta mina cuando ocurría un accidente fatal, la gente se resignaba porque pensaba que la mina se estaba cobrando. Al segundo accidente, también. Claro que sufrían, se apenaban, pero consideraban que era justo el pago que se tenía que hacer por el mineral que el cerro entregaba. Pero cuando ocurría el tercer accidente, como que lo celebran porque la gente podía trabajar tranquila. Estaban a la par con el cerro y con su guardián El Muki.
Vaya.
Hay historias de mineros a los que se les apaga la lámpara. Cuando eso sucede, uno debe quedarse quieto y esperar a que alguien pase para irse con él. Si uno camina sin ver, se expone a caerse en piques muy profundos y morir. Pero el mayor miedo es a encontrarse con el muki, que puede estar enojado -y pide cuentas- o juguetón -les bota el casco, les jala el pantalón-. Pero, a veces, les dice dónde hallar el mineral. Es cuestión de suerte.

Hay historias divertidas también.
Hay una llamada Ojo de pato. Un minero que le decía al ingeniero "yo soy muy hogareño, jefe. A donde voy me gusta estar siempre con mi familia; cuando fui a trabajar a una mina en Puno, la María me quería un montón. Después de tres años, tenía dos hijitos lindos. Pero me llevaron a otra mina en Cerro de Pasco. Ahí, la Carmen me adoraba. Es que yo soy muy querendón, ingeniero. Muy hogareño. En San Vicente, Anita era mi adoración; ella y mis tres hijos. Luego me mandaron a La Libertad, qué buena Alejandrina y que bien educó a nuestras dos hijas". "¿A eso llama usted ser hogareño? -le dice el ingeniero-. Mire, porque están sus hijos le digo nomás que es usted es un ojo de pato". ¿Un qué? "Un hijo de p...".
La minería es una actividad polémica. Hoy es poco común aproximarse a ella desde la literatura.
Indudablemente. Hace 20 o 30 años, las minas contaminaban mucho el medio ambiente, dejaban relaves, ensuciaban los ríos. Pero en los últimos 10 años se han establecido leyes que exigen a las empresas formales proteger el medio y asumir el pasivo del pasado, lo que se llama remediación medioambiental. La minería se ha humanizado. Pero riesgosa siempre va a ser, sobre todo en la minería subterránea.
De eso habla su novela, Volcán de viento, de un accidente.
Soy un convencido de que la minería es la industria que más ingresos aporta al país, pero la mayoría de peruanos no está enterada de qué ocurre en las minas. Piensan que las minas son como la describieron cincuenta setenta años atrás César Vallejo en Tungsteno, Julián Huanay en Retoño o Manuel Scorza, hace 30 años, José María Arguedas. La realidad minera es otra, hay que vivirla para contarla. Es todavía un tema vedado en la literatura peruana. No quiero decir con esto que son el edén. La minería es y será siempre una industria de riesgo. No me atrevo en este reportaje explicar cómo es, algo de la realidad minera contemporánea se expone en VOLCAN DE VIENTO. Tampoco podemos negar la existencia de minas informales en donde los mineros se arriesgan a explotar la mina por su propia cuenta y donde se exponen a terribles riesgos y se contamina el ambiente en escalas impredecibles. Aquí el Estado es ausente e incapaz.
¿Qué pretende con Volcán de viento?
Es la fotografía del proceso social que se desarrolla en las minas en estos tiempos. Enfocamos el trabajo del empresario, de los profesionales, de los empleados y obreros de las minas, con sus fortalezas y debilidades, con sus sueños e ideales. Hay aspectos en los que el personaje del trabajador reclama más diálogo, y otros en los que el profesional reconoce que aún no estamos bien encaminados. Es una posición centrada con la que quiero desarrollar conciencia literaria sobre este sector.
La narrativa minera en el Perú todavía es incipiente. Hay un mundo por descubrir y dar a conocer.

martes, 1 de abril de 2008

VOLCAN DE VIENTO/ Entrevista en La primera



Lima, 01 de Abril del 2008

Habla Roberto Rosario Vidal, quien acaba de publicar la novela Volcán de viento, que revela la vida, la pasión y el sufrimiento de quienes trabajan en socavones de la soledad.
–¿Cuál es la estructura literaria de Volcán de viento?
–Volcán de viento es una novela minera, tanto porque el escenario, los personajes y el argumento son mineros. Se ubica en la mina Colquisira (nombre imaginario que podría ser Sayapullo, Quiruvilca, Marza, cualquier mina subterránea).).
–¿Cuánto de realidad social contiene?
–Volcán de viento tiene una base real. En 2001 ocurrió un extraño accidente con pérdida de dos vidas en el socavón de una mina del norte. Uno de los muertos tenía una perforación que le atravesaba el tórax a la altura del corazón, nadie daba explicación sobre el objeto que generó la lesión. Se dijo que el demonio había introducido la mano en el cuerpo del minero. ¿Fue venganza pasional, asesinato ejemplarizador por parte de los subversivos o una acción de la empresa?. La investigación del accidente nos permitió retratar en la novela la vida de los mineros, formas de trabajo, familias, relaciones laborales y problemas suscitados por manejos inadecuados de funcionarios, trabajadores y el sindicato. Es una novela minera con profunda bases social.
–¿Es verdad que la mina es un infierno?
–Definitivamente, no. La mina es como cualquier otro lugar de trabajo, pero muy riesgoso. Sin embargo, los accidentes son previsibles y las empresas capacitan al personal como requisito previo para prevenir accidentes. Hay técnicas de sostenimiento del cerro muy sofisticadas que reemplazan los tradicionales cuadros de madera por tecnología moderna que usa pernos, cemento lanzado, mallas, etc. Pero no podemos ignorar a la minería informal, que continua usando procedimientos tradicionales.
–¿Cómo ubicas la novelística actual?
–Hablar de novelistas en la segunda década del siglo pasado era referirse a escasos escritores que los dedos de la mano nos sobraban para contarlos: Alegría, López Albújar, Arguedas. Posteriormente Scorza, Vargas Llosa y Bryce. En nuestros días la novelística tiene mayor número de representantes, quienes desarrollan temas urbanos, rurales, andinos, sociales, políticos, en fin, todas las posibilidades temáticas. Sin embargo se está descuidado el tema minero. Pocos autores, con excepción de Julián Huanay con El retoño y Miguel de la Mata con En la noche infinita, se han ocupado de esta problemática, siendo un tema de trascendencia económica y social.
–¿Cómo escribes una novela?
–En Volcán de viento se emplean técnicas diversas, que están en función del propósito, más que del lucimiento literario. Escribir para mí es una necesidad vital, ahora que los escritores están más comprometidos con el destino del Perú.
-¿Tienes otras novelas en proceso?
Estoy en la etapa final de una novela que se desarrolla en un lejano pueblo ubicado en el departamento de Ancash. Trata sobre la descendencia de un sacerdote muy peculiar. Es muy amena. Y he comenzado otra novela sobre temática minera que tiene por escenario el Centro del Perú, el título es Ciénaga y trata sobre problemas medioambientales. También tiene una base real y bastante fundamento científico sobre la contaminación ambiental y el futuro de la humanidad.



http://www.diariolaprimeraperu.com/online/noticia.php?IDnoticia=13358





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domingo, 23 de marzo de 2008

HOMENAJE A EDUARDO DE LA CRUZ YATACO



Estando próxima la celebración del día internacional de la literatura infantil, fecha en la que la APLIJ tributará homenaje al distinguido escritor Eduardo de la Cruz, reproducimos el artículo del escritor Roberto Rosario Vidal.


El escritor Eduardo de la Cruz Yataco, nos dejó el 19 de enero del presente año. Decir nos dejó, tal vez no sea la palabra apropiada para mencionar a un escritor de la calidad intelectual de Eduardo, un investigador acucioso, creador excelente e infatigable animador de uno de los más importantes movimientos culturales, que sin apoyo estatal, trabaja infatigable en favor de la cultura del país desde hace más de un cuarto de siglo. Un intelectual de la talla de Eduardo de la Cruz, que ha legado tantas obras literarias, ensayos y su incomparable entusiasmo, no se va jamás. El permanece a través de sus obras en el recuerdo imperecedero de sus lectores y amigos.
Conocimos a Eduardo al finalizar la década del setenta, específicamente el año 1979, cuando se publicó la Antología La barquita de papel, que reunía los trabajos de los participantes del Primer Concurso Nacional de Literatura Infantil que Convocó la Comisión Nacional del Año Internacional del Niño, entre los que se encontraba un cuento de Eduardo de la Cruz. Posteriormente, con el auspicio del INABIF y la ANEA, que presidían la Dra. Matilde Pérez Palacio y la escritora Magda Portal, respectivamente, se inauguró en octubre de 1982 el Primer Encuentro Nacional de Literatura Infantil, evento al que invitamos a todos los escritores del país, principalmente a los participantes de la Antología La barquita de papel. En la ceremonia de clausura de este evento se crea la Asociación Peruana de Escritores de Literatura Infantil (APLIJ) cuya presidencia recayó en mi persona y contó con el valioso concurso de los distinguidos intelectuales Eduardo de la Cruz Yataco, Milciades Hidalgo Cabrera, Orfelinda Herrera de Ángeles, Martha Muñóz de Coronado, Ernesto Ráez Mendiola, Hernán Alejos Chuquiarqui, Jesús Rojas Rivadeneira, Iván Tello Carbajal y Carlota Flores de Naveda. En 1984 me sucedió en el cargo el escritor Jesús Cabel, a quien reemplazaría Eduardo de la Cruz, quien asumió la presidencia en varios períodos.

Eran tiempos en los que la literatura infantil era tomada a menos, pese a la labor pionera de escritores de la talla de Carlota Carvallo de Núñez, Francisco Izquierdo Ríos y Abraham Arias Larreta, entre otros, cuya extraordinaria labor no fue suficiente para crear conciencia de la importancia de esta categoría literaria. Tuvo que constituirse la APLIJ, siglas de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil integrada por escritores procedentes de las diversas regiones del Perú que desde 1982 llevaron la Sede de los Encuentros Nacionales a casi todos los departamentos, constituyendo filiales y núcleos de trabajo creativo y difusor de la literatura y de la importancia de la lectura. Tuvieron labor protagónica en la APLIJ, los escritores Jesús Cabel, Danilo Sánchez Lihón, Manuel Pantigoso, Manuel Ibañez Rozaza, Milciades Hidalgo, Iván Rodríguez Chávez, César Ángeles Caballero, Luzmán Salas, Saniel Lozano, Carlota Flores y por supuesto Eduardo de la Cruz Yataco, quienes desarrollaron estudios esclarecedores sobre didáctica, creatividad literaria y reflexiones sobre la evolución histórica de la literatura infantil. A ellos deben sumarse a los escritores que lideraron la organización de los más importantes Congresos y Encuentros donde se reafirmaron las bases de nuestra organización, con la presencia directriz y coordinadora de Eduardo de la Cruz, quien con orgullo reclamaba tener el récord de asistencia a la mayoría de los Encuentros Nacionales de Literatura Infantil, Enrique Solano, Marcial Molina, Soledad Maldonado, Gaby Arce, Aureo Sotelo e Iván Tello Carbajal y la actual presidenta Maritza Valle Tejeda.

Recordamos a Eduardo de la Cruz animando con su entusiasmo característico las reuniones quincenales de la APLIJ para programar conversatorios, recitales, presentación de libros, formación de filiales, coordinación con universidades e institutos. Por entonces Eduardo ya traía los originales de sus primeros ensayos que hacía tiempo estaban listos para publicarse, pero él todavía no se decidía a entregarlo a la prensa, hasta que apareció La mente tiene un montón de cuentos, que fue el antecedente del estudio mayor Literatura fantástica de niños, que fue enriqueciéndose con las experiencias de trabajo que iba desarrollando en diversos talleres de creatividad: En la Asociación Cultural Nosotros, en el Colegio Jean le Boulch, en los Encuentros de Literatura, en la universidad Garcilaso de la Vega y en la Universidad Agraria. Luego publicaría Mitos y Leyendas del Perú, cuadernos de creatividad y Las mejores poesías de niños peruanos.

Su personalidad motivadora, alegre y traviesa como los personajes de sus cuentos Lango lango (que figura en La barquita de papel) y El angel de la pichona (creo que no alcanzó a publicar) que relataba con tanta gracia, nos permite recordarlo sonriente como aquellos días.

Recuperado del dolor por la pérdida de un gran amigo, de un extraordinario investigador, de un excelente promotor de la lectura en nuestro país, de nuevo en Lima después de larga ausencia, tributo merecido homenaje al escritor Eduardo de la Cruz Yataco.

Eduardo, estás presente en la sonrisa de los niños, viajando como pajarillo inquieto en las páginas de los libros que creaste.


Roberto Rosario Vidal
Presidente Honorario de la APLIJ

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